Vania Pigeonutt
Félix Márquez, fotoperiodista con 15 años de experiencia, ha forjado su carrera en informativos locales que producen noticias en medio de la incesante violencia que se apoderó del estado de Veracruz desde el año 2000.
Por más de dos décadas, esta violencia ha acechado a reporteras y reporteros veracruzanos que realizan su labor en el estado más letal para las y los periodistas. La organización defensora de la libertad de prensa Artículo 19 ha registrado el asesinato de por lo menos 33 comunicadores entre los años 2000 y 2023. La agrupación también reporta a ocho periodistas desaparecidos en el mismo periodo.
Entre los asesinatos más recientes de periodistas veracruzanos se cuentan los de José Luis Arenas Gamboa, Yessenia Mollinedo Falconi, Sheila Johana García Olivera y Pedro Pablo Kumul, todos ocurridos en 2022.
A la par de esta violencia, el fotoperiodista Márquez ha desarrollado una carrera de 13 años como fixer para reporteros, en su mayoría extranjeros; también se ha desempeñado como productor local de campo para producciones cinematográficas.
Pero la violencia no es el único problema con el que Félix ha tenido que lidiar. Él y sus colegas en otros medios locales se enfrentan a diario a la realidad de los bajos salarios.
Esta precarización laboral provocó que en los últimos cinco años Félix se enfocara más en su trabajo de fixer. Pero esto no le ha hecho dejar sus proyectos personales como “Vestigios”, una recopilación de retratos de objetos recuperados por las familias de siete periodistas asesinados durante la última década en Veracruz.
En un inicio, Félix no cobraba por sus servicios de fixer, pero ahora tiene tarifas fijas que varían según lo que busquen los reporteros que llegan a Veracruz. Los temas de inseguridad, enfrentamientos y las secuelas de la violencia son los que más interesan a estos periodistas, pero también son los de más alto riesgo porque implica adentrarse en zonas peligrosas.
Félix realizó sus primeros trabajos como fixer durante la gubernatura de Javier Duarte de Ochoa entre 2010 y 2016, periodo que, de acuerdo a datos de Artículo 19, fue el más letal para la prensa en Veracruz: 18 periodistas asesinados y cuatro más desaparecidos.
El listado incluye el asesinato del fotoperiodista Rubén Espinosa ocurrido en Ciudad de México el 31 de julio de 2015, tan sólo a unas semanas de que salió huyendo del acoso y el hostigamiento que vivía en Veracruz.
Duarte de Ochoa ahora purga una condena de nueve años por los delitos de operaciones con recursos de procedencia ilícita y asociación delictuosa, pero no por alguno de los 18 reporteros y reporteras asesinados durante su sexenio. Esto pese a que está documentada toda la violencia que Duarte ejerció contra la prensa durante su mandato.
De acuerdo a una investigación de la reportera Norma Trujillo, entre los años 2010 y 2016, periodistas de todo Veracruz interpusieron 273 denuncias por amenazas, robo, lesiones, abuso de autoridad, desaparición de personas, extorsión, daños y difamación.
Félix recuerda que durante esos mismos años él no cobraba por sus servicios porque creía que eso le ayudaría a generar conexiones y crear una red que le ayudaría en caso de necesitar colaborar como fotógrafo con otros medios.
“Después me di cuenta de que estaba regalando mi trabajo, mi conocimiento, mi experiencia. Además de que algunos medios tienen presupuesto contemplado para eso”, indica.
Sin exigir compensación alguna, Félix coordinó coberturas en zonas de riesgos -donde llegó a haber enfrentamientos violentos- o en eventos del entonces gobernador Javier Duarte de Ochoa en los que llegó a ser cuestionado sobre los crímenes contra la prensa en Veracruz.
Su primer trabajo remunerado fue en un reportaje sobre desaparición en las colinas de Santa Catalina, tema que ya había cubierto ampliamente como fotógrafo.
“Recuerdo una cobertura que hice como fixer para [un periódico francés] de varios temas en el estado: violencia, migración, ingobernabilidad y política. Esa cobertura fue una de las más complicadas porque gestionar cinco temas es mucho más complicado. Afortunadamente salió bien el trabajo y hubo una muy buena paga”, comparte.
Ahora, ya con más conocimiento de la industria periodística, Félix cobra de entre 100 a 400 dólares por día. Explica que su tarifa depende de lo que busquen los reporteros. Sin embargo, su prioridad es ofrecer a estos corresponsales su trabajo de fotógrafo pues prefiere realizar su verdadera pasión detrás de la cámara y no tanto servir de guía a otros periodistas.
Esto le ha funcionado, pues algunos medios extranjeros han aceptado su propuesta.
“Yo siempre ofrezco paquetes cuando soy fixer o productor. Ofrezco lo más básico que es conseguir contactos y estar vía telefónica. Por esto, intento no cobrar menos de 150 por día. Pero muchas veces porque son contactos no puedes cobrar por día, entonces les contacto y agendo sus citas por tanto (dinero), dependiendo de cuántas sean. Si son dos o tres, pues en un día sale”, cuenta.
El trabajo de fixer que Félix realiza consiste en establecer contactos con las fuentes, acordar las entrevistas, acompañarlos a los lugares de los hechos, establecer protocolos de seguridad, manejar, hacer reporteo previo o, incluso, reportear las historias.
Tamara Corro tiene 20 años como reportera en una de las regiones más violentas de Veracruz: Coatzacoalcos. A pesar de su amplia experiencia, ella se ha desempeñado como fixer en contadas ocasiones.
Entendiendo que son funciones bastante similares, Tamara asegura que en Veracruz tanto fixers como periodistas se encuentran en un estado de completa indefensión. Asegura que quienes realizan esta labor enfrentan inseguridad, corren riesgos constantemente y no reciben créditos ni pagos justos por su trabajo.
“Una de las medidas que tomamos es que no le hacemos a los héroes. Cubrimos hasta donde estemos seguros. Y sí, nos gusta, como parte del trabajo, aventarnos a todo, pero sí es necesario tener ciertos límites para evitar algún problema”, explica.
Tamara indica que sus malas experiencias como fixer se han debido a que no ha sabido cobrar lo justo en coberturas de alto riesgo en las que ha tenido que adentrarse en lugares donde los feminicidios, homicidios dolosos, las desapariciones, los secuestros y los ataques armados son recurrentes.
Cuenta que una vez reporteros de una televisora estadounidense, para quienes agendó citas y fue su chofer, le pagaron menos de 100 dólares al día.
Otro medio estadounidense la contactó en busca de su ayuda para conseguir una entrevista con un “jefe de plaza” de una organización criminal, asignación casi suicida por el riesgo que implica ser el contacto local en este tipo de reportajes.
“A mí no me gusta mucho meterme en esos temas. Entre más alejada esté es mejor para mí, para mantener la seguridad de mi familia”, explica.
Ella desconocía que al trabajar en una región peligrosa debía cobrar más. Fue hasta que participó en un taller de Frontline Freelance México —parte del proyecto de Fixing Journalism— que ella entendió cómo ser mejor remunerada, qué debe hacer si el trabajo se realiza en una región conflictiva o plantearse si corre mayores riesgos siendo mujer.