Vania Pigeonutt
Jesús Bustamante es un periodista audiovisual especializado en temas del crimen organizado en su natal Culiacán, Sinaloa, la cuna del cártel que lleva el nombre de ese estado en el noroeste de México. Gracias a su fama y su trabajo ha podido ser fixer de producciones internacionales; ha ayudado a dilucidar perfiles criminales emblemáticos o la pugna entre grupos criminales de su zona durante las diferentes etapas de inseguridad en la entidad.
El líder del Cártel de Sinaloa, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, fue uno de los fugitivos más buscados del mundo. Escapó dos veces de prisiones de alta seguridad en México y ahora se encuentra preso y condenado a cadena perpetua en Estados Unidos por asesinato, lavado de dinero, narcotráfico, estafa y crimen organizado.
El poderío y los métodos sanguinarios de esta agrupación delictiva no sólo han sido noticia internacional sino también un producto con alta demanda informativa. Los medios querían saber todo sobre el cártel: su parafernalia, cómo mataban, qué cocinaban, cuántas cantidades sembraban de amapola y mariguana, etc.
En 2007, en el contexto de la “guerra contra las drogas” en México que lanzó el entonces presidente Felipe Calderón, la cobertura que Jesús hacía para medios locales se concentró en la nota roja: seguridad y violencia. Con 17 años de experiencia como periodista en estos temas, ha dedicado los últimos nueve años a trabajar como fixer y a ayudar a otros periodistas a obtener información en su área de especialidad.
“La guerra llegó a mí. No hubo necesidad de ir a ningún lado. La guerra tocó en mi estado. Era un hecho violento y luego otro. De un muerto te ibas a otro y lo mismo era por la mañana, por la madrugada, a la hora que fuera y cada vez fue escalando muchísimo más. De pronto eran ejecuciones, cuerpos colgados de puentes, cuerpos desmembrados”, recuerda.
El 22 de febrero del 2014, Jesús trabajaba como corresponsal de un medio nacional y cubrió la espectacular detención de Joaquín Guzmán Loera en Mazatlán, Sinaloa. A partir de ese momento, otros medios comenzaron a buscarlo, ya sea para conseguir material gráfico o hacer historias desde Sinaloa enfocadas en la violencia y el narcotráfico.
“Cuando me volví corresponsal me volví fixer. El medio nacional me abrió la puerta a otros contactos”, menciona.
Jesús desconocía el término fixer y fue entendiendo este trabajo poco a poco, incluso “sin saber cobrar”. Aún así empezó a colaborar con una famosa cadena de televisión estadounidense que le solicitó llevar a un grupo de periodistas al poblado de La Tuna, municipio de Badiraguato, el lugar natal de Guzmán Loera.
El periodista recuerda que ellos sólo le decían: “ocupamos que nos lleves a este lugar, que nos mandes imágenes, necesitamos esto o aquello. Fue algo esporádico. Ni siquiera era un contrato. Era de palabra”.
Las peticiones que le hacían eran conseguir accesos para documentar el proceso de elaboración de drogas sintéticas del cártel de Sinaloa; mostrar la capacidad bélica de la agrupación, o conocer qué pensaban sobre el negocio de las drogas un sicario o los familiares de Guzmán Loera.
“¿No habrá posibilidad de que vayamos a un laboratorio de fentanilo?”
“Muchos así de repente te piden una cosa, pero cuando ya están aquí te piden más… ellos tienen una visión muy rara de que todo se hace muy sencillo…. De pronto dicen: ‘tenemos algunas horas libres, ¿no habrá posibilidad de que vayamos a un laboratorio de fentanilo?’ Y creen así como que: ‘ah ok, voy a sacar el teléfono, le voy a hablar a alguien y en este momento me va a abrir la puerta del laboratorio’”.
En otra ocasión, él y un grupo de periodistas extranjeros fueron detenidos por hombres armados. Los periodistas le insistieron en subir a la comunidad de La Tuna pese a que Jesús recomendaba no ir ya que no contaban con permiso de los lugartenientes del grupo del crimen.
“Les dije está bien. Lo vamos a hacer, pero en el momento que lleguemos al retén y salga un convoy y nos detenga, nos regresamos. No creían que pasaría y ocurrió”, comenta.
También recuerda que los hombres armados hacían comentarios como: “es peligroso. A lo mejor allá en el camino ya no regresan”. Jesús asegura que los hombres intentaban infligir temor en ellos. Fue entonces que decidieron regresar.
Jesús considera que la falta de pagos dignos en medios locales es uno de los factores que orilla a los reporteros a trabajar como fixers y a enfrentar los altos riesgos que esta actividad conlleva. También dice que la capacitación para ser fixer en zonas de conflicto es nula, y que dicho trabajo carece de garantías de seguridad.
Menciona que con los años la cobertura se ha complicado, especialmente tras el encarcelamiento de Guzmán Loera cuando sus hijos tomaron cargo de su empresa criminal. Durante esa época violenta, el periodista sinaloense Javier Valdez, internacionalmente premiado y reconocido por ser experto en temas de narcotráfico, fue asesinado el 15 de mayo de 2017. Jesús reconoce que ese asesinato le ha hecho dudar respecto a arriesgarse al trabajar cubriendo estos temas para medios internacionales.
“Siempre nos decimos que ninguna cobertura vale más que nuestra vida. Pero, a veces, el ataque llega sin haberlo imaginado”, reflexiona el periodista sinaloense.
Cineastas, raperos y periodistas
Miguel Ángel Vega, también sinaloense y autor del libro “The Fixer”, dice que gran parte de su trabajo consiste en registrar la violencia de los cárteles de acuerdo con las nociones preconcebidas de la sociedad sobre cómo operan y ejercen el control los grupos criminales.
En su libro cuenta la historia de cómo pasó de ser periodista en su estado natal a trabajar como productor en un estado fuertemente armado como Michoacán. Gracias a su experiencia pudo colaborar en el documental “Tierra de Cárteles”.
Miguel Ángel, en su libro, se describe a sí mismo como: “El periodista que sirve de enlace entre los corresponsales extranjeros y el infierno de los altos mandos del crimen organizado en México”.
Él define a un fixer como “un periodista conectado con jefes de cárteles, sicarios, narcomenudistas, cocineros de droga, agentes federales, militares y policías. Su labor es abrirle paso a reporteros o documentalistas de países como Estados Unidos, Alemania, Francia, Holanda, Rusia, y otras partes del mundo, para que realicen su trabajo en los lugares más violentos donde opera la delincuencia organizada en México”.
Miguel Ángel también ha hablado de la presión que siente por cumplir con las exigencias de los equipos foráneos y las dificultades de encontrar un balance entre esas exigencias y la realidad del mundo criminal.
Mientras trabajaba en Ciudad Juárez en el 2019, Miguel Ángel llevó a un equipo para grabar una entrevista con sicarios. Por razones de seguridad, la entrevista se realizaría durante el día, pero se pospuso para la tarde noche. Cuando estaban realizando la entrevista, los sicarios fueron atacados por otro grupo de sicarios y uno de ellos murió durante el atentado. “Eso fue muy traumático y fue una derrota mía”, mencionó en un foro.
Emmanuel Massú es un fixer que llegó a la profesión sin darse cuenta. Él es un rapero que, sin formación periodística, guió a un grupo de fotógrafos para documentar grupos musicales en Culiacán y mostrar cómo sobreviven en medio de todo el tráfico de drogas. Le pagaron bien por su ayuda—cuando no esperaba recibir ningún tipo de remuneración—y le dijeron que era muy bueno con las conexiones y las relaciones humanas y que debería guiar a otros periodistas.
Con el tiempo, Emmanuel comenzó a trabajar como fixer en Tijuana, en barrios bravos de Ciudad de México como Iztapalapa y Tepito, en Ecatepec a las afueras de la capital mexicana, en La Paz, Los Cabos y las barrancas de Chihuahua. Con el tiempo, él y otro colega fixer, Eduardo Giraldo, decidieron unir fuerzas para dirigir y filmar el documental galardonado “Los Plebes”, que muestra la vida privada de sicarios.
“He vivido muchas cosas y he aprendido de todo lo que he pasado. Me ha costado mucho tiempo, dinero (y) casi que me quiten la vida. Me ha costado estar en la cárcel, en el hospital”, comenta Emmanuel.
“Creo que el trabajo de un fixer es la arteria del corazón de las noticias. Nosotros conectamos estas arterias del corazón para que pueda latir, para que la sangre pueda llegar ahí”.
Emmanuel coincide con Jesús en que solo se puede trabajar hasta cierto punto antes de poner en riesgo la propia vida. Ha rechazado trabajos porque quiere seguir viviendo para no dejar atrás a sus hijos.
“Los asesinatos y la violencia aquí están jodidos, y que silencien la libertad de expresión es realmente jodido”, comenta Emmanuel sobre toda la actividad criminal que ha presenciado. “Ningún reportaje que publiquemos va a cambiar el mundo, pero todo el respeto para los que [siguen intentándolo]”.
Marcos Vizcarra, otro oriundo de Sinaloa, empezó a trabajar como periodista en 2011. Fue hace seis años, en 2016, que trabajó como fixer por primera vez sin darse cuenta. Llamó la atención de medios internacionales que lo buscaron por las historias que publicó en medios nacionales y regionales.
Su jefe de redacción le pidió que le presentara sus fuentes a un grupo de periodistas foráneos que iban a reproducir su historia. Él regularmente cubre temas relacionados a víctimas de desaparición y desplazamiento, así como el crimen organizado. Se decepcionó cuando no fue incluído como colaborador en los créditos.
“No recibí ni un solo pago por eso porque no sabía que eso también era ‘fixerear‘… Ese trabajo ganó un premio y yo ni siquiera tuve una mención”, comparte. Ahora principalmente trata de colaborar en proyectos donde se le reconozca como periodista.