Vania Pigeonutt
Ser fixer no siempre es una buena experiencia. En muchas ocasiones este trabajo implica lidiar con las malas prácticas de reporteros nacionales o internacionales que contratan los servicios de un “arreglador”. Melissa del Pozo, una periodista multimedia y productora especializada en la cobertura de derechos humanos, sabe bien lo que es eso. Comenta que en su labor se ha topado con reporteros que le han solicitado coberturas que violan la ética periodística y las garantías de las personas entrevistadas.
“Tienen la imperiosa necesidad de venir a contar México desde su imaginario, desde el folclor y el cliché, escenas que encima transgreden los derechos humanos y la realidad del país”, asegura la periodista.
En una ocasión, un reconocido medio de comunicación la contrató para realizar un mini-documental sobre feminicidios. A ella le pareció que el enfoque que buscaba este medio de comunicación era sensacionalista. El medio de comunicación le pidió obtener acceso a una morgue donde un forense estuviera realizando la autopsia a una mujer asesinada recientemente para grabar la escena. El plan era después buscar a los familiares de la mujer para entrevistarlos. Melissa trató de cambiar el giro de la historia solo para darse cuenta de lo que este medio en realidad pretendía.
“A cambio conseguí una historia poderosa con el testimonio de una mujer agredida y en otro contexto, lejos de la sangre y el amarillismo; y la producción decidió cancelar un día antes por no considerarlo lo suficientemente ‘rojo’”, comenta.
Ella piensa que ese mini-documental sólo reforzaría los estereotipos que se tienen de México en el extranjero: “un sitio de tragedias tercermundistas”.
“Encima, no me pagaron ninguno de los días de preproducción. Tampoco les importaron los acuerdos a los que había llegado con otras entrevistas. Luego me informaron que habían contratado a alguien que había conseguido situaciones más impactantes, exponiendo así a las víctimas sin la menor ética periodística”, lamenta.
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Diana Manzo es una periodista zapoteca que vive en la región del Istmo de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca. Tras XX de labor periodística, Diana es ahora una reportera reconocida y con una amplia experiencia cubriendo los temas más importantes en la región. Ella es la puerta de acceso para muchos de los reporteros que llegan a cubrir temas en ese punto de Oaxaca, pues cuenta con los contactos, el conocimiento innato de la región y, sobre todo, el conocimiento suficiente para explicar la realidad de los pueblos desde sus propias costumbres y cosmovisión. Eso hace de su trabajo como fixer doblemente valioso.
Se inició como fixer en el 2015, cuando medios internacionales la comenzaron a contactar para que les ayudará a producir historias acerca del medio ambiente y el daño a la naturaleza que sufría su región.
En ese primer trabajo como fixer ella no pensaba en cobrar, pero el medio al cual ayudó le pagó unos tres mil pesos, según recuerda. Después de ese trabajo comenzaron a llegar más reporteros y fotógrafos buscando cubrir el tema. Y aunque se sentía bien en exponer esos temas a audiencias en otros lugares del mundo, también comenzó a hacerse más consciente de las responsabilidades y riesgos que ella asumía.
“Lo que he notado es que ahorita con el tema que es más fuerte y peligroso, tú te arriesgas al ser fixer. Porque ellos llegan y se van. Yo me tengo que quedar. Lo digo porque a las personas que entrevistan o a los que no les gustó el ángulo del reportaje te ubican; me ven que ando con los periodistas; me reclaman por llevarlos a hacer el recorrido […] piensan que soy cómplice porque si no les enseño [los periodistas extranjeros] ni se enteran”, cuenta.
Para que un fixer esté en riesgo no es necesario que reciba un crédito en el trabajo final o que conduzca entrevistas. Basta con acompañar y guíar a los periodistas foráneos: “por las condiciones [de inseguridad] del país, ser fixer es un riesgo aunque mi nombre no aparezca en el texto”.
Diana siente una responsabilidad con su comunidad. Ella ha creado lazos de confianza que no puede tirar a la basura por el mal trabajo periodístico de un reportero foráneo.
“Recorremos pueblos pequeños donde todos se conocen. Fácilmente saben cuando llega un extraño. Esto lo he cuidado mucho. […] Las personas de acá me advierten que no vaya a traer gente mala. Les digo que no lo son, que sólo quieren conocer más y hacer su trabajo. Me creen porque son las personas que me ven a diario”, explica.
Diana estima que ha sido fixer unas ocho veces. Le han pedido su guía para cubrir las tradiciones de la región o las fiestas de Día de Muertos. Pero ella se preocupa porque muchas veces no sabe qué publicaron los reporteros foráneos que llegaron hasta su región a pedir su ayuda. Para ella es de suma importancia ver la publicación final porque de eso depende si ella decide colaborar la siguiente ocasión que un periodista de fuera toque a su puerta.
La violencia contra periodistas mexicanos golpeó directamente al Istmo de Tehuantepec el 11 de febrero del 2022. El periodista Heber López fue abatido a balazos por dos sujetos. Lo atacaron frente a su hijo cuando estaban dentro de la oficina que el periodista tenía en su vivienda. Heber, amigo de Diana y compañero de trabajo en decenas de coberturas, era reconocido también por apoyar a otros colegas que le pedían ayuda.
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Robín Canul es un periodista audiovisual de origen maya que trabaja en toda la Península de Yucatán, la región maya más extensa de México.
Para él es importante hacer la distinción entre productor local y fixer.
“A mí me gusta el término de productor local. Tampoco demerito el término fixer, pero en mí experiencia todo lo que he hecho a través de la denominación fixer no ha sido pagado lo suficientemente bien; el trato ha sido distinto cuando soy productor local”, dice.
Considera que debe haber acuerdos justos entre los periodistas locales y los medios internacionales. Además piensa que el concepto de fixer choca con el de productor local, porque no sólo se trata del reconocimiento en los créditos, sino también en la paga, asegura.
“Sólo es cuestión de términos, pero se trata de generar acuerdos entre nosotros que estamos en el campo dispuestos a trabajar y los medios internacionales o nacionales que quieren conocer”, explica Robín.
Yucatán es de los estados con las tasas más bajas en homicidios dolosos y desapariciones. Sin embargo, el trabajo como productor local de campo no ha sido sencillo, ni bien pagado y mucho menos reconocido.
“Hace menos de quince años que obtenemos este trabajo de ser fixer o de ser traductor de coberturas… …Nosotros sí brindamos algunos consejos y apoyo, pero no se nos reconocía ese trabajo”, señala.
Además, dice, la cuestión de compartir contactos de personas es bastante delicada porque él, como periodista local, se tomó bastante tiempo para construir relaciones con sus contactos.
“No es un tema de propiedad, tampoco de no querer compartir, sino que algunos de estos se generan a partir de la confianza que puedes generar con tus fuentes”, manifiesta Robín.
Parte del trabajo de Robín en la península ha sido investigar los problemas medioambientales y sus consecuencias. Este trabajo también implica un riesgo para los reporteros que documentan esta problemática y que chocan con los políticos y empresarios que tienen grandes inversiones en proyectos turísticos. Su labor ha atraído a medios nacionales e internacionales que también investigan estos temas.
En los últimos 50 años se ha ido construyendo la zona conocida como la Riviera Maya, en donde se le apuesta todo al turismo y se necesita mucha mano de obra para sacar adelante los proyectos.
No obstante, Robín considera que los trabajos que se generan en estos proyectos exponen a la gente local al clasismo, racismo, malos salarios y explotación laboral, condiciones de las que no se escapan los trabajadores de los medios de comunicación locales.
Cuando lo contratan, Robín les muestra el contexto de la península de Yucatán y, si es necesario, les muestra alguna zona de riesgo. También facilita la búsqueda de fuentes y contactos que puedan hablar de ciertos temas.
“Lo malo de ser fixer es que eres el último eslabón de la cadena de producción. Somos las personas que facilitamos el acceso para que otras personas vengan y realicen sus entrevistas, sin ningún tipo de involucramiento y muchas veces sin ningún tipo de responsabilidad. Las consecuencias son diversas: arriesgar a las fuentes, arriesgarse uno como fixer por tener esa visibilidad. Porque los periodistas nacionales e internacionales vienen y se van, y los problemas se quedan y se acrecientan”, dice.
Robín recuerda una mala experiencia que tuvo al trabajar con una revista que le pidió un reportaje escrito. Invirtió mucho tiempo investigando la historia en conjunto con otra reportera y un fotógrafo, pero al final, por retrasos y cambios administrativos en la revista, las fotografías no fueron utilizadas.
“Estuvimos trabajando cuatro meses para la adaptación de una publicación, trabajando el doble por una sola paga. Finalmente, a la hora de hacer la última curaduría de la imagen, envían a un fotógrafo estrella del medio que se vino a vivir a la península de Yucatán”, recuerda.
Para Robín este tipo de situaciones dejan ver la actitud colonial con la que medios foráneos actúan con los reporteros locales y que, además, transgrede la confianza de las personas que acceden a dar la información y a aparecer ante las cámaras.
Para Robín, el periodismo y la producción audiovisual son herramientas de cambio social. Sin embargo, reconoce que la precarización de las condiciones laborales de los reporteros, que no cuentan con seguro médico, salario fijo o prestaciones, hace del ser fixer una importante fuente de ingresos extra que él seguirá buscando.