Vania Pigeonutt
Ella prefiere resguardar su identidad y que la llamemos Ana. Trabaja en la zona fronteriza del estado de Tamaulipas. Es una fixer y productora local de campo. Generalmente es incluída en los créditos por sus colaboraciones, pero por seguridad algunas veces prefiere no recibir crédito en los productos finales.
Ana comenzó a desempeñarse como fixer en 2018 cubriendo el tema de migración para una organización internacional de mujeres. Trabajó en el corredor fronterizo entre las ciudades de Piedras Negras y Ciudad Acuña, en el estado de Coahuila, demarcación situada justo a la mitad de la frontera que México tiene con Texas, Estados Unidos. Su trabajo era realizar una historia sobre los Kickapoo, un grupo indígena que vive entre el estado de Kansas, en Estados Unidos, y los estados del norte de México.
“Yo comencé ganando lo que ellos me ofrecieron, 250 dólares al día; de este proyecto fueron 10 días. Me emocionó mucho. El periodismo aquí en Coahuila es muy complicado al igual que en todo el país. Pero aquí, cuando comencé, empezamos a ver los asesinatos, desapariciones, las personas colgadas. En la frontera me llegaron a pasar un sinfín de cosas que fueron los foquitos rojos que me hacían parar”, recuerda Ana.
Comenta que el tema de la migración tiene varias vertientes. Asegura que las asignaciones se tornan más peligrosas cuando el crimen organizado mete su mano y combina el trasiego de personas con el tráfico de drogas. Como ella lo pone, realizar un trabajo de ese tipo es meterse en temas de “esas personas, acá les decimos los actores, para no meternos en problemas”.
Ana explica que la oportunidad de negociar una mejor paga con el medio o el periodista se presenta cuando el trabajo en cuestión involucra adentrarse demasiado en temas del crimen organizado. Por ese tipo de trabajos ella cobra al menos 350 dólares al día.
“Hay medios que piden algo bastante fuerte. Mi tope ha sido de 500 dólares al día”, asegura.
En una asignación, Ana se incrustó en el operativo para la captura de un sicario en Ciudad Juárez. Ella y los periodistas a los que guiaba se pusieron chalecos antibalas y otro equipo de protección. Ese operativo incluyó el cateo del inmueble y la incautación de narcóticos. Pero lo que más le impactó fue que al llegar al sitio presenció el descubrimiento de dos fosas clandestinas, momento que la dejó marcada.
No obstante, Ana explica que no sólo se corre peligro al cubrir temas de crimen y violencia. Ella tuvo uno de sus días más riesgosos cuando trabajaba junto a una periodista de Francia en un reportaje sobre COVID-19 en otra parte de la franja fronteriza. Primero, sujetos desconocidos las siguieron. Ella tuvo la certeza de que eran criminales que asediaban la zona a quienes no les agradó para nada su presencia. Ana dice que esas acciones son “como avisos, como sustos”. La situación empeoró cuando los detuvo la Guardia Nacional. Su clienta no hablaba bien el español y esto creó confusión que puso la situación fuera de control. Al final, Ana tuvo que sacar corriendo a los periodistas franceses del lugar.
“Lo más peligroso fue durante las cuadras que nos siguieron, como para decirnos que ya nos fuéramos de ahí”, recuerda.
Su trabajo está lleno de historias fuertes. Una que recuerda mucho, y que trabajó para un medio de Inglaterra, es la de “una chica inmigrante que había sido violada por 10 personas enfrente de su niño de tres años”. Recuerda que la muchacha violentada les mostró las denuncias que tenía. En esa situación su experiencia le permitió dirigir la cobertura del medio para que el tema se abordara de una manera respetuosa y que no se expusiera a la joven madre ni a la periodista.
“Ella no iba a estar segura hasta que dejara el país”, recuerda haberles dicho a los periodistas ingleses. “Así que hemos tenido que seleccionar el material, porque esto podría poner en riesgo a ella y también a mí”.
Camelia Muñoz es una periodista basada en Saltillo, Coahuila. Comenzó su carrera en su natal Monterrey, Nuevo León, en 1990. Cubría la fuente política. Luego se mudó al vecino estado de Coahuila para trabajar en la franja fronteriza entre las ciudades de Piedras Negras y Ciudad Acuña. Se especializó en temas migratorios. Ella afirma que la violencia en la zona está muy ligada a la cuestión migratoria.
Fue apenas recién que comenzó a recibir pago por su labor de fixer, a pesar de que es una periodista experimentada que ha servido de guía a muchos periodistas que llegan con ella para realizar sus reportajes.
Recuerda que hubo una oleada de desapariciones. A pesar de lo grave de la situación, nadie difundía la problemática. Dice que era uno de los temas vetados en la agenda de los medios locales. Pero eso no detuvo a los medios extranjeros que, gradualmente, comenzaron a interesarse.
Ella conocía el tema pero no sabía cómo cobrarle a esos medios internacionales por los servicios que requerían.
“Cuando yo ya empiezo a ver que se podía cobrar por el servicio, fue como hace tres o cuatro años… …No es mucho, nunca tenía la idea de cuánto [cobrar]”, comenta.
Encontró apoyo en el mismo director del medio para el que trabajaba. Él le hacía hincapié en que revisara todos los aspectos al momento de cotizar una asignación. Por ejemplo, dice, cuánto tiempo invertiría en obtener y agendar las entrevistas en persona o por teléfono. Son demasiado los detalles que deben considerarse, afirma.
En un inicio le pagaban 500 pesos al día; una tarifa muy baja. Pero con el tiempo aprendió a cobrar, negociar y a valorar su conocimiento. Fue así que llegó a cobrar 1,500 dólares al día para una producción China que llegó a realizar un trabajo en el municipio de Monclova. Era un tema difícil acerca de los efectos de la pandemia de la COVID-19, pero la paga que recibieron valió el riesgo que corrieron ella y el camarógrafo que subcontrató.
Gabriela Martínez Córdova es periodista en Tijuana, Baja California, desde hace 11 años. Su trabajo en esta frontera la hizo entender y especializarse en varios temas: el tráfico de drogas, el trasiego ilegal de armas, los grupos criminales detrás de estas actividades y la migración hacia Estados Unidos.
“No es lo mismo Estados Unidos que Nueva York. No es lo mismo entender Ciudad de México, Oaxaca, Guerrero, Veracruz que California y Baja California. Es como si fuéramos un espacio muy alejado de todo lo demás de cada uno de los países, tanto de Estados Unidos como de México”, afirma.
Gabriela asevera que los reporteros en Tijuana han aprendido a caminar en ese sendero binacional en el que se abordan temas que afectan e involucran a los dos países. Son, ella dice, vidas paralelas.
Sus inicios de fixer no fueron nada fáciles. Ella asegura que en 2012 “le vieron la cara” cuando trabajó para un medio inglés que la contactó luego de ver su trabajo. Había realizado una investigación sobre un estudiante de secundaria de 13 años de edad que intentó ingresar a Estados Unidos por el cruce peatonal portando una botella con agua. Los agentes migratorios lo pasaron a inspección secundaria, advirtiéndole que sospechaban que estaba tratando de cruzar drogas en la botella.
“El morrito (niño) dice ‘no, no es droga’ y se la toma para demostrarles que no era droga. Y era heroína líquida. Le da una sobredosis y se muere ahí”, dice.
Esa historia devela como ciudades como Tijuana, que colindan con Estados Unidos, son lugares de tráfico de drogas como la heroína que se obtiene de la goma de opio que se extrae de la amapola. Y que, si bien esa flor se siembra en otros estados como Guerrero, Sinaloa, Durango y Chihuahua, es en Tijuana y el resto de ciudades fronterizas donde se trafica local o internacionalmente.
Tras publicarse la historia, un medio de Inglaterra le habló. “Me dice la productora: acabamos de ver tu historia, estamos haciendo la ruta de la heroína, estamos trabajando desde Europa y ahora queremos seguir Estados Unidos y la historia de este chavo, quisiéramos contarla para poder finalizar”.
Nunca le preguntaron cuánto cobraba por sus servicios. Sólo le dijeron que le podían “dar algo”. Como Ana estaba dando sus primeros pasos en el oficio, a ella no le importó mucho el dinero, sino la visibilidad que un medio internacional le daría a la problemática y a la familia del niño, que era de bajos recursos. Fue por eso que se decidió a trabajar con ellos. Invirtió una semana entera pasando tiempo con la familia para que accediera a conceder una entrevista a los periodistas ingleses.
“Todavía me acuerdo que pensaba yo: por lo menos les voy a pedir lo de la gasolina, porque ya me gasté mi tanque. Y sí, todas esas idas y venidas, al final les dieron una entrevista, no pude conseguir todo lo que querían, no lo que yo pude conseguir para mí, pero me acuerdo que nos vimos en un hotel y me dijeron toma y me dieron 50 dólares”, recuerda.
Por este tipo de trabajo, un medio estadounidense llega a pagar, como mínimo, una tarifa diaria de 350 dólares, de acuerdo a varios periodistas que Fixing Journalism consultó. Por eso a Gabriela le parece injusta la disparidad salarial que existe entre ella y sus colegas de Estados Unidos y Europa, y también que estos colegas y los medios para los que trabajan no consideren remunerar de manera justa al periodista fixer que les ayuda a desarrollar sus historias.
En Ciudad Juárez, los primeros fixers tuvieron la tarea de explicar el terrible problema de los feminicidios, labor que continúa hasta la actualidad. La periodista Gabriela Minjares Baltazar ha cubierto su ciudad natal durante 19 años. Comenzó a trabajar como fixer después de ser despedida de El Diario de Juárez y co-fundar La Verdad Juárez, su propio medio digital. A pesar de su experiencia, fue recientemente que entendió que debía cobrar por el apoyo que en el pasado había brindado a sus colegas de forma gratuita.
“En una ocasión fui a Culiacán y hablé con Miguel Ángel Vega. Me lo recomendaron porque me dijeron ‘él te puede ayudar sobre todo a las tarifas’, que es la parte que uno, como periodista y como fixer, no tienes en lo más mínimo de experiencia. Desde una ciudad digamos con muchas similitudes de cuestiones de violencia, narcotráfico como Juárez”, comenta.
Miguel Ángel Vega, periodista, comentarista social, director de cine y autor del libro “El Fixer”, ha sido ejemplo y guía para periodistas como Gabriela, pero al mismo tiempo se ha distanciado del quehacer periodístico. El trabajo que ha hecho evidencia la magnitud de la industria del fíxer que existe en México.
Cuando se labora entre la precariedad y peligro constante, establecer conexiones con medios internacionales conduce a mejores oportunidades. Gracias a que se ha especializado en un tema muy difícil de cubrir, y al talento y experiencia necesarios para sobresalir, él es uno de los pocos que ha podido establecer tarifas justas por su trabajo.
Con este ejemplo, Gabriela ha aprendido que tanto fixers como periodistas deben y pueden luchar por mejorar sus condiciones económicas y laborales.
“De pronto tu apoyas y lo haces por solidaridad. Pero te vas dando cuenta que se empieza a convertir en un uso indiscriminado de tu trabajo, tu tiempo. Ya te están buscando para pedirte colaboraciones gratuitas de radio, de televisión, de todos lados, de medios y de cadenas tan grandes, que tú sabes tienen mucho dinero”, manifiesta.
Melva Frutos es otra pionera en la labor de ser fixer. Su carrera como periodista comenzó en Monterrey, Nuevo León, en 1997. Ha escrito para varios medios nacionales e internacionales. Al igual que otros colegas mexicanos, la violencia en su área de trabajo, que incluye los estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, la orilló a convertirse también en guía de periodistas foráneos. En 2009 obtuvo su primer trabajo como fixer gracias a su cobertura de las pugnas entre grupos criminales.
“Cuando me dijeron por primera vez, yo no sabía qué era un fixer. No me acuerdo cuánto me pagaron, pero hay que aclarar varias cosas. Primero, que aquí en Monterrey no es tan demandado el fixer. No es tan solicitado porque no es como la frontera; no es como Coahuila o Tamaulipas en donde hay ciudades que están en la mera, mera frontera. Y pues allá a cada rato van extranjeros a cubrir migración y la inseguridad”, detalla.
Es en gran medida gracias a este contexto de violencia y criminalidad que la frontera norte de México se mantiene como un punto de interés para la prensa internacional y continúa siendo un reto para las periodistas que trabajan en esta región como fixers.